En este momento estás viendo Adicto al movimiento

Adicto al movimiento

Bienvenidos a la era del sedentarismo, de la Coca-Cola y el McDonalds, del me duele la espalda y la cabeza pero el ibuprofeno lo cura todo. Bienvenidos al siglo del azúcar y la obesidad mórbida, del dale al niño la tablet para que deje de llorar. Bienvenidos a la era de oro de la pantalla, la insensatez y la desconexión cerebral. No somos más que unos simios que piensan un poco más que las otras especies. Hemos evolucionado de forma que nuestro cerebro nos ha ayudado a adaptarnos mejor y “conquistar” este planeta. El desarrollo de nuestro intelecto nos ha hecho contar con herramientas mediante las cuales los músculos y el físico se hacen menos importantes para la supervivencia, sin embargo no dejamos de ser animales que venimos de trepar y saltar de rama en rama. Cuerpo y mente están conectados, es decir, el bienestar del cuerpo es imprescindible para el correcto funcionamiento de la mente y viceversa.

 

 
Hace más de tres años que comencé a viajar de forma continua. Son muchas las horas de coche y avión que se acumulan con esta forma de vida y para mantener el cuerpo ágil es necesario buscar momentos durante el día para moverse. Hoy mismo, durante mi recorrido a través de Cuba, hicimos una parada en uno de los pocos lugares donde podía tomarse algo. Lo primero que suelo hacer al bajarme del coche son algunos estiramientos y saltos para activarme, algo que suele sorprender a quienes me rodean. ¿Este tío por qué salta? Gran alegría sentí al ver un espléndido árbol que me invitaba a colgarme de sus ramas y escalar, cosa que no dudé un segundo en hacer. Una vez me encontraba entre sus ramas, mirando hacia abajo vi un grupo de turistas que me miraban con cara de indignación mientras consumían sus refrescos cargados de azúcares. Unos segundos más tarde ya venía una empleada del restaurante a decirme que las ramas de los árboles se parten. Se trataba de un árbol que estaba en el bosque, fuera del recinto del restaurante, y cuyas ramas estaban perfectamente sanas y flexibles. Esta actividad bien hecha no tiene prácticamente riesgo y el que tiene lo asumo yo, responsable de mi propia seguridad. En fin, consideré oportuno bajar para tomar un café y no crear un conflicto y al bajar me crucé con la cara de cuerno del grupo de turistas que pensaba algo parecido a: “mira al mono este, a ver si aprende a comportarse como una persona normal”. Decidí apoyarme un momento en un coche para atarme los cordones y menos de dos segundos pasaron cuando llegó el propietario pegando gritos para que no tocase su coche. “El tío este de las ramas al que han llamado la atención va y se apoya en mi coche”.
 
 
He decidido sentarme a escribir estas líneas para analizar esta impactante situación. No me cabe en la cabeza que esté normalizado el hecho de estar todo el día sentado, de comer porquería y tener una barriga donde caben tres cachorros humanos. Lo normal es ir andando y si corres con la ropa de calle puesta parece que tuvieras una verdadera urgencia. Lo normal es ir de pie en el metro y si te cuelgas de las agarraderas o te estiras la gente te mira con cara de circunstancia. “Me canso sólo con verte” es una frase que he escuchado demasiadas veces y es a mí a quien cansa. A mí me cansa ver a personas que no mueven un músculo más allá de lo estríctamente necesario. A mí me cansa verles sentados en el sofá fumando un cigarro y sin estimular la mente, me cansa ver cómo dejan que la vida pase y su energía se consuma, con la gran cantidad de acciones buenas que se pueden hacer para mejorarse a uno y mejorar cuanto nos rodea. Si te cansas sólo con verme es porque no has descubierto la magia del movimiento, las personas que apreciamos el deporte sabemos bien que el movimiento nos mantiene más activos, despeja nuestras mentes y nos hace más felices. Ganamos en flexibilidad, en agilidad y en fuerza, por tanto nos da más autoestima y labia y finalmente agranda la calidad de nuestras relaciones.

 

 
Las calles están llenas de comida basura, de hamburguesas, perritos calientes y pizzas mientras los parques con unas barras donde hacer ejercicio suelen escasear y estar vacíos. Los supermercados repletos de productos artificiales y azucarados y es difícil encontrar comida que todo cuanto aporte al cuerpo sea positivo. Lo que decidimos meter en nuestra boca y tragar va a pasar a formar parte de nuestro cuerpo después: somos en parte lo que comemos, somos en parte lo que pensamos y en mayor parte lo que decimos y hacemos. Menos “me canso sólo con verte” y más acción. Gracias.
 
 
 
 
Sauce